Chavistamente: La cara (de pizza) de la derrota - Fuerza Guaiquerí

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Chavistamente: La cara (de pizza) de la derrota

 


  Dejando tras de sí su habitual rastro de pus, huyó Guaidó de Venezuela hacia Colombia, donde ni Los Rastrojos lo quisieron recibir. De ahí rebotó a Miami, a un aeropuerto vacío, a un futuro lleno del odio que él cultivó con esmero. Cría cuervos…

   La ficha de los gringos, el servil portero de la invasión militar (fallida) contra su propio país. El instantáneo líder de laboratorio, experimento defectuoso, un Obama de cartón pegado con acné y moco, reconocido por “miles y miles de países” –según Lilian Tintori–. Portada de GQ, el hombre del año, el cobarde envalentonado de lejitos y con el ejercito psicópata gringo detrás, amenazando a un pueblo armado de dignidad. El firmante del contrato de la Operación Gedeón de Silvercorp, papel mojado en las costas de Chuao, mojados los pantalones de Guaidó.

         Firmante necesario de todos los documentos para el despojo de nuestro país por parte de los países miembros de esa sociedad de filibusteros llamada Comunidad Internacional.

         Títere imbécil de un circo decadente en pleno proceso de putrefacción. Presidente (E) reconocido por el conglomerado mediático internacional y por un puñado de gobiernos serviles que avalaban la infamia impuesta desde el Pentágono, deslegitimándose a si mismos punta de ultimatums insípidos. Ocho días le dio el recién electo Pedro Sánchez a Maduro para que entregara la presidencia y saliera corriendo. Ocho días, como si fueran mil, pedazo de  ignorante que pretende no saber que hace dos siglos mandamos a España al carajo.

   Y, por estos lados, un ramillete de presidentes que pedían a gritos ser títeres también, y formaron la troupe del Grupo de Lima, y se fueron de gira a Cúcuta para protagonizar su propio fracaso en vivo y directo, transmitido todo por MTV. Y el que se mete con Venezuela se seca y cuatro años después, de ellos no queda sino el tufito a lixiviado.

   De los titiriteros imperiales queda su derrota y unas autobiografías que ratifican todo lo que el gobierno de Nicolás Maduro desde siempre había denunciado y sigue denunciando. Bolton, Pence, el otro gordo cara de cochino que se engrapó la barriga y que debe ser pichirrísimo porque nunca recuerdo su nombre; todos vendiendo por Amazon, como tubazos exclusivos, una historia que nosotros ya habíamos contado… denunciado.

   La chispa de la fama avivada con gasolina de Citgo duró pocos meses. Entre derrota y derrota, Guaidó, el único que se creyó el cuento de la presidencia interina, fue quedando relegado al salón de fiestas de su condominio donde, con las sobras de las decoraciones de una piñata, le hizo Fabi un escudo presidencial de anime y una banda tricolor de papel crepé.

   Desde aquel ridículo despacho presidencial tuiteaba declaraciones balbuceantes con cara de arrechito. Como nadie le paraba, descendía aún más en su miseria y se ponía a amenazar de tú a tú al Presidente Maduro a ver si este le respondía y le daba un ratico de tarima. El gafo creyendo que Maduro es gafo. Y águila no caza moscas, y a moscas gafas, oídos sordos.

   Entre tanto, todo el odio y el desprecio que Guaidó sembraba, empezó a germinar vigoroso entre sus propios seguidores. Aquella oposición antichavista que solo conocían el atajo del golpismo y la violencia, esos que el infame 23 de febrero de 2019, se fueron a la Carlota con banderas gringas a esperar la invasión, como si aquello era una fiesta; esos que ya no aguantarían un fracaso más y fracasaron estrepitosamente. A alguna parte tenía que ir todo ese odio, toda esa frustración y toda esa rabia y, claro, la cara de pizza de ese fracaso era la del imbécil de Juan Guaidó.

Así fue como los insultos y amenazas hasta entonces reservados solo para los chavistas, fueron redirigidos hacia el gafo culpable. Sus redes sociales se convirtieron en receptorías de insultos. Ni siquiera Luz Mely le decía Presidente ya, ni Carla Angola. Nadie quería al gafo que teniendo a todos los poderes imperiales apoyándolo como a nadie nunca antes, había fracasado en lograr la solución mágica de derrocar a Maduro hoy y mañana amanecer siendo como Dubai, Noruega o Miami.

 Y por si fuera poco, el impacto de las sanciones en la vida de todos fue sedimentando y macerando el desprecio que los venezolanos sienten por Guaidó. Así, cuando en estos días mandó un tuit avisando que la “dictadura de Maduro” lo quería meter preso, la única reacción que provocó fue un chaparrón de “ojalás” y “plátanos hechos” por parte de muchos chavistas, sí, pero mayoritariamente de aquellos opositores que una vez creyeron que las sanciones solo afectaban a Maduro, a Delcy, a Diosdado y a Padrino y hoy se sienten estafados.

   Ellos, que acostumbran a desear y celebrar la muerte de sus adversarios, se la desean al tarado, cuya cara de culpable parece ser la única de tantas en un inmenso plan con muchos protagonistas que hoy se esconden tras el tradicional “yo no fui”. El idiota que creyó que era jefe de todos, jefe de algo. Nunca la soledad fue tan sola.

   Llegar de noche al aeropuerto de Miami vacío, sin aplausos, sin banderas siete estrellas, sin laureles de gloria, ni banda presidencial. Sin embajador Vecchio que le dé la cola a un hotel en el Porsche que compró con el dinero robado por él y Guaidó. Nada. Nadie. Solo Carla Angola y un micrófono para que balbucee el cara de pizza cuatro palabras que a nadie importan. Más allá, la rabia del “exilio” comandada por Franklin Virgüez y Patricia Poleo y los locos que los siguen. Horrendo panorama.

   Se acabó Guaidó, pero quedan las medallas al ridículo colgadas en las nalgas de todos los gobiernos que se prestaron a la farsa. Campeones del servilismo y la indignidad. Los partidos políticos y sus dirigentes que hasta ayer lo llamaron Presidente (E) y gestionaron las sanciones, y el despojo, miserables recogiendo migas hasta que ya no hubo más, y que hoy, fingiendo amnesia, se disputan la candidatura unitaria para las próximas presidenciales.

   Se acabó Guaidó. Aquí se acabó hace rato. Ahora cálenselo allá en los EEUU donde lo inflaron. Allá en Europa donde bailan al son del esperpento que los gringos les toquen. Agarren su monumento a la derrota y vean cómo hacen, que nosotros hicimos lo que hay que hacer: los vencimos una vez más y los seguiremos venciendo todas las veces que vengan. “Cabeza fría, nervios de acero”.


CAROLA CHÁVEZ

Fuente: @tongorocho